El pasado viernes 6 de diciembre 2019, realicé la muestra "Meditaciones"; en ella pude presentar una serie que todavía no había mostrado en público. Estas obras dan lugar a que se manifiesten sentimientos, a veces sencillos, a veces complejos, siempre profundos.
La muestra ha contado con la pericia curatorial de Andrea Zuliani Belluschi, emplazada en la hermosa sala del Centre Català de Rosario.
A continuación podés recorrer la galería de imágenes de la muestra y observar también la entrevista que me ha realizado Norberto Moretti para la ya tradicional emisión dedicada al arte, "El cuento de la buena pipa en pintura".
Texto curatorial
Una puesta en escena de lo cotidiano familiar junto al tema de la mujer, columpiándose entre la felicidad y la desazón como eje central, emergen en la obra de Carolina Outón. La artista, a través de sus pinturas compuestas por acuarelas y acrílicos, ofrece en primera instancia connotadores de un estado de ocio y sosiego dentro de la seguridad que puede brindar un hogar. Indicios de ello se encuentran en la paleta de colores desaturados que confieren las acuarelas como así también en otros signos, portadores de la sensación del placer que otorga un momento de lectura. Fortalece este sentido la postura relajada, común de adoptar para tal ocasión, la cual puede leerse como la huida mental de las preocupaciones que hostigan al cuerpo y alma, en medio de la vorágine de obligaciones que una mujer puede tener.
La presencia del felino, iterada en otras producciones de Carolina, se une al reino de la naturaleza, simbolizada en la presente obra con la proliferación de flores coloridas. Ellas se multiplican en los interiores y espacios externos de las viviendas, creando un agradable clima que acompaña la actitud de meditación de las jóvenes. .
Es en estos instantes, en el momento que se fija la mirada en un punto y la realidad se evade, cuando aparece aquello del orden de lo extraño e inquietante, invadiendo lo cotidiano, que se reduce sólo a una ilusión de tranquilidad. El efecto emocionalmente angustiante, lo acentúan los trazos neoexpresionistas de tierras, sepias y negros, que se plasman en rasgos gestuales y dolientes. Una escritura, dibujada en forma fragmentaria, se esconde detrás de una nebulosa, surgiendo aisladamente alguna que otra palabra clave brindando un fuerte mensaje al espectador.
La vulnerabilidad de una joven mujer ante los temores que le acechan, está en la diversidad de las etapas que ella puede transitar, desde el embarazo y la frustración por un amor no correspondido hasta otras acechanzas como ser la violencia de género. Todo lo explicitado se encuentra metaforizado en la monstruosidad de “El depredador”, donde un rostro gigante y de carácter neosurreal acosa a uno de los personajes femeninos, acurrucado al pié de su lecho. Un “terror sin nombre” se acentúa al no percibirse la totalidad de esa boca dentada de manera grotesca y hambrienta de horror. Es así que los miedos que irrumpen en lo cotidiano, son del orden de lo siniestro, sentimiento teorizado por Sigmund Freud (1919), hace ya una centuria.
Las posturas dolientes de mujeres, que recuerdan a las pinturas surrealistas “Retablo de dolor” (1932) o “Exodo”(1940) de Raquel Forner, se profundizan en los retratos de Outón, donde, lo gestual y la estridencia del color emocional, tratado con la técnica del modulado en algunos de ellos, adquieren protagonismo. Ahora, lo que se reitera son el llanto y las miradas negadas a la cruel realidad de los personajes, que parecen estar clamando atención a sus angustias desde el silencio sonoro de lo pictórico.
Carolina pone en cada gesto y, al mejor estilo del grupo expresionista “El Puente” (1905-1913), con figuras marcadas por gruesas líneas efecto vitral, el íntimo deseo de un retorno a una paz mental y corporal que, para muchas, y sin excepciones de estados sociales, edades o identidades, forma parte ya de una utopía sin fronteras.
Andrea Zuliani Belluschi
Curadora